martes, 4 de septiembre de 2018

Cuento de fantasmas relacionado con "Blues de Malasaña"

Maribel estaba tumbada en la cama. Suspiró. Las sensaciones que la embargaban eran de lo más curiosas: por un lado estaba el dolor físico, por otro, la sensación de haber dejado todo en orden antes de que partiera. ¿Partir hacia dónde? La muerte es el punto y final, no el pasaje a un embarque. Lo tenía claro. ¿O quizás no era así? Eso explicaría la presencia de sus padres la noche anterior junto a su cama. A pesar de ello no se sentía ni asustada ni triste, por extraño que pareciera. Se había perdonado a sí misma por los errores del pasado y había perdonado a sus enemigos. Tal y como le había dicho a su hija ese mismo día, se sentía feliz y en paz, orgullosa de haber logrado todo lo había conseguido a lo largo de su vida y podía irse tranquila. Se fue quedando dormida, poco a poco. El cansancio la pudo.
Sintió un hormigueo por todo el cuerpo y una especie de tirón suave. Escuchó voces a lo lejos, casi inaudibles, como amortiguadas. Supuso que estaban tratando de urgencia a algún otro paciente. Pero estaba en cuidados paliativos. Allí no hay urgencias ni prisas, sólo esperas. Poco a poco comenzó a distinguir la estancia. Borrosa al principio. Era de día de nuevo. Las enfermeras estaban inclinadas sobre la cama y un zumbido agudo le taladraba la mente. Veía a las jóvenes enfermeras de espaldas. Entonces se apartaron y pudo ver sobre la cama su propio cuerpo demacrado. Aquello la aterrorizó. ¿Cómo era posible aquello? ¡Se estaba viendo a sí misma desde fuera!
—¡Santo Dios! —dijo— ¿Qué sucede?
Pero nadie pareció oírla. Entonces lo comprendió. Había muerto. Entonces, ¿era cierto? ¿La muerte no era el final sino un cambio? Había algo más allá. Aquello no podía ser una alucinación, no lo creía así. Las enfermeras salieron. No supo cuánto tiempo había pasado exactamente cuando escuchó los gritos de su hija en los pasillos. Salió corriendo de la habitación para asomarse. Se había chocado con un celador…. Pero lo había atravesado. No había recibido ningún golpe, tan sólo pasó a través de él. Corrió por el pasillo, en dirección a los gritos. Noelia, su hija, estaba en estado de histeria pidiendo irse con ella.
Maribel no podía marcharse. No podía dejar a su hija sufriendo como lo había estado haciendo en el hospital, en el tanatorio y en el cementerio. Maribel estuvo presente, a su lado, en todo momento. Llegó a acompañarla a casa. Su marido (en verdad sólo estaban juntos, no se habían llegado a casar nunca) no parecía tan afectado como su cariñín, su brujita como la solía llamar desde pequeña.
Y el anclaje al mundo terrenal se hizo más fuerte cuando, al ver la relación de su hija con su novio, supo que ella corría peligro. Toni, la pareja de su hija, era un falso. Cuando le fue presentado, pensó que era un muchacho muy agradable y educado, pero ahora podía ver su verdadera naturaleza. Toni era un maltratador que estaba aprisionando a su hija mediante malos tratos psicológicos y algún que otro golpe. Vio, sin que él notara su presencia, cómo había sacado todo el líquido de frenos del coche de José Luis, su marido, y cómo le había llamado pidiendo socorro. José Luis tomó el coche en auxilio de Noelia. Todo había sido un montaje para que condujera a alta velocidad por la autopista.
Cuando se encontró cara a cara con José Luis, él se quedó de piedra.
—¡Maribel! Pero… ¿cómo…? si estás muerta…
—¿Y cómo te crees que estás tú? ¿De fiesta?
Aquello, de no ser tan trágico, hubiese sido gracioso. Pero no. No había gracia en la muerte de alguien. Noelia se había quedado sola. No tenía hermanos ni familiares cercanos. Sólo tenía a Toni, una persona en la que confiaba pero que la estaba manipulando y maltratando.
Día tras día, la pareja estuvo muy cerca de Noelia, intentando hacerla notar que estaban allí, que la estaban cuidando, pero sin conseguirlo. Sus voces no llegaban a los oídos de la chica, su presencia no era percibida, sus manos no llegaban a hacer contacto con su piel…
Maribel tuvo una idea. Noelia estaba durmiendo. Maribel se mostró en sus sueños, protegiéndola, procurando hacerla notar el olor del perfume que solía usar, con un tono a canela. Acto seguido el sueño cambió a los malos tratos que Noelia había recibido por parte del primer marido de Maribel. La chica se despertó, agobiada. Maribel tuvo la sensación que su hija había asociado aquel sueño a Toni, que dormía plácidamente en la cama.
La cosa se le estaba yendo de las manos a Toni a medida que pasaban los días y para Maribel y José Luis era horrible la impotencia que sentían al ser testigos de todo aquello y no poder hacer nada por evitarlo. Era como estar tras un cristal en una habitación insonorizada y por mucho que gritase, no la escuchaba.
Y se dieron cuenta de otra cosa, cuanto mayor era la emoción y mayor energía empleaban en hacerse notar, mejores eran los resultados. Una vez siguieron a Toni hasta su piso, que compartía con sus padres, y fue inmensa la rabia que sintieron al oir de boca del chico lo mucho que quería a Noelia y que ella era una loca desquiciada. Aquella frustración provocó que su cuerpo inmaterial cobrara la fuerza suficiente como para tirar un jarrón al suelo cuando Maribel arremetió contra él. Tanto Toni como sus padres se quedaron atónitos. Maribel se dio cuenta de su potencial, ahora sí. Y José Luis lo comprendió y siguió su ejemplo. Reuniendo toda la ira contenida, lanzó la mano contra la vajilla, sobre la mesa mientras cenaban. Los platos salieron volando por los aires hasta estrellarse contra las paredes. La familia se levantó asustada y se retiraron de la mesa que ahora se movía con violentos golpes. Maribel y José Luis estaban riendo en carcajadas.
Y así fue, así sucedió cada vez que el chico mencionaba a Noelia. Intentaban aterrorizarles y tratar de hacerles ver que, por alguna razón, los fenómenos se manifestaban cuando él hablaba de la chica. Los padres decidieron poner fin a la situación mudándose, obligando a su agresivo hijo que cortara con esa chica y a trasladarse a otro lugar lejano de allí.
Como Maribel había visto que el olor manifiesto de la canela parecía reconfortar a su hija, continuó haciéndoselo notar de cuando en cuando, mientras que con Toni sólo se manifestaba a base de golpes y ruidos espantosos. Y sí, Toni dejó a Noelia, no sin antes agredirla de nuevo, pero se alejó de su vida.
Y el tiempo pasó y Noelia había comenzado una relación con uno de sus amigos con quien había una serie de sentimientos mutuos ocultos. Noelia parecía ir recuperando la felicidad al lado de ese chico, Dylan, un joven ecuatoriano cuatro años menor que ella.
Maribel y José Luis estaban en su piso (en el piso que habían ocupado en vida) sin saber qué hacer ni qué sería de ellos, vagando por el mundo de los vivos. Escucharon ruidos en el portal y alguien que introdujo la llave. Cuando la puerta de la vivienda se abrió, la primera que entró fue Noelia:
—Como a vosotros os gusta más leer, pensé que quizás querríais algunos de los libros de mis padres. Me da pena tirarlos…
Tras ella entró Dylan y dos amigos más: Sandra y Kevin.
Noelia y José Luis podían notar la tristeza de la chica al estar allí de nuevo. Maribel hizo todo cuanto pudo por hacerla saber que seguía a su lado. Tomó toda la energía del ambiente, quedando más frío de lo que ya estaba. Noelia se acurrucó entre sus brazos y se frotó la piel de gallina bajo su chaqueta. Maribel la abrazó y, por un momento, pensó que su hija había notado aquel abrazo. Otra vez aquel agradable olor a canela… Dylan, sin embargo, parecía percibir algo allí, pues no dejaba de mirar en todas direcciones como asustado. Gracias a aquel chico ella estaba volviendo a ser ella misma, estaba volviendo a ser feliz…
Un destello de luz provino frente a ellos. Los chicos no eran conscientes de todo aquello, pero Maribel y José Luis sí estaban viendo por fin la famosa luz. Era una luz muy, muy brillante, pero para nada cegadora ni molesta. Y la paz y el sosiego que la transmitía eran celestiales. Como si fuese un flashazo, Maribel vio toda su vida y supo que había pecado en sobreproteger a su hija, pero que lo hizo con la mejor intención del mundo y no se culpaba por ello. Vio también la manera en la que despreció a su primer marido después de propinarle una brutal paliza a su hija en estado de embriaguez, y en ese momento pensó que era lo que sentía en aquella ocasión y que tampoco habría de ser juzgado. Todo tenía un porque, todo cuanto había sucedido en su vida tuvo una finalidad, tanto lo bueno como lo malo, que la hicieron ser lo que ahora era. Y todo aquello lo vio y sintió en un solo flash de luz, como el de una cámara fotográfica.
Maribel echó un vistazo a Noelia y Dylan, ambos estaban bromeando entre ellos. Miró de nuevo a la luz y aparecieron dos luminarias más a las que, a pesar de no tener físico alguno, reconoció como sus difuntos padres.
—Ya estás preparada para venirte con nosotros —dijo su madre—. Y tú también José Luis.
El sonido parecía sentirse con el “cuerpo”, era como si además de oírse pudiese tocarse.
Maribel miró a Noelia y los chicos, miró a José Luis, le sonrió y le tomó de la mano y ambos comenzaron a avanzar hacia aquella luz y, con cada paso, sintieron que se volvían más y más livianos.
Ya no hacía falta que protegieran más a Noelia, ella solita había aprendido a hacerlo y había personas en el plano terrenal a hacerlo si fuese necesario. Algún día se rencontrarían en el más allá y marcharon en paz…


#BluesDeMalasaña
#CuandoLosDestinosSeCruzan

martes, 14 de agosto de 2018

¡Primer capítulo de BLUES DE MALASAÑA!

¿Cómo actúa un maltratador? ¿Cuáles son los primeros rasgos más sutiles de que algo anda mal? ¿Qué retiene a la víctima? ¿Cómo se relacionan las personas? Las respuestas a éstas preguntas y muchas más se resuelven en "Blues de Malasaña", una ficción con una base muy real, asesorada por psicólogas y víctimas de violencia machista. 

Os dejo un vídeo a modo de tráiler antes de que leáis el primer capítulo íntegro a continuación: https://www.youtube.com/watch?v=fF36Er8YafM

Y ahora pasamos a lo importante, el prólogo y el primer capítulo para que vayáis abriendo boca:


PRÓLOGO
  
En toda gran ciudad como es Madrid hay cientos y miles de historias. Cientos y miles de vidas, millones de experiencias. Historias como las de Noelia González, Kevin Vega, Dylan Castillo o Sandra Cruz que son sólo algunas de las muchas que contiene ya no Madrid, sino el barrio Maravillas, más conocido como Malasaña.

El domingo 7 de abril de 2013 el portal digital EcoDiario.es publicó una entrada sobre “los peligros del 'sexting', una práctica cada vez más extendida entre los jóvenes”. El sexting no es más que un intercambio consentido entre dos usuarios de fotografías o vídeos eróticos o pornográficos propios a través de teléfonos móviles o redes sociales. Llamaba la atención el artículo a los padres, profesores y tutores de los jóvenes, ya que son cada vez más los adolescentes los que lo estaban practicando.
El 7 de abril es también el Día Mundial de la Salud.
También aquel día, Antena3 obtuvo el mayor índice de audiencia de todas las cadenas en la península.
En la edición matinal de ElMundo.es se anunciaba la detención de un hombre por descuartizar y mandar incinerar a su esposa en Alicante. Esa misma tarde se actualizó la información aclarando que se trataba de un gerente de una veterinaria. Son increíbles los actos que se pueden llegar a realizar, y los cometen quien menos te lo esperas.
El País informaba ese mismo día de otro crimen en Barcelona, en el que una mujer había matado a sus dos hijos, menores de edad, la pasada noche.
En la misma edición se hablaba además del científico John Gottman quien afirmaba haber descubierto un método casi infalible (95% de aciertos) para predecir si una pareja se separará en los próximos quince años a partir de recopilar una serie de datos.
Y hablando de predicciones, el horóscopo del signo acuario, para ese día 7 de abril, decía así: “ACUARIO: nacidos del 21 de enero al 19 de febrero. Hoy podrías conocer a alguien interesante en una salida con amigos: déjate llevar, pero no te lances de cabeza a una historia amorosa. El estrés acumulado durante la semana hará que no puedas desconectar de tus preocupaciones laborales ni durante el fin de semana. Te faltará fuerza: descansa algo, come bien y sal a airearte”. No estaría excesivamente errado, sobre todo si hubiera sido publicado una semana más tarde.
También ese mismo domingo 7 de abril de 2013, la joven acuario de veintitrés años, Noelia González Ruiz, estaba en su casa recogiendo sus ropas recién lavadas, secadas y planchadas y las guardaba en el armario. Había sido un fin de semana intenso.
Ese domingo por la tarde, mientras recogía, estaba pensando en la vuelta al trabajo al día siguiente, lunes.
A sus veintitrés años, el trabajo no le era una gran preocupación. Sus padres poseían una buena fortuna y ella se había independizado a un piso con todas las letras pagadas (propiedad de su madre) donde ella misma había crecido, y los trabajos de socorrista, monitora de natación y el de niñera le daban de sobra para pagar los gastos de la casa y salir por ahí de fiesta. Vivía así el día a día, sin preocuparse mucho pensando en el futuro. En su futuro. El ahora lo vivía relativamente bien, y eso es lo que contaba para ella. Al fin y al cabo no había nada en el horizonte ni perspectivas por las que intentar mejorar su situación.
  
CAPÍTULO I


“Si una gran parte de nuestros contemporáneos busca una satisfacción a sus necesidades afectivas en un amor idealizado, es porque además experimentan frecuentemente un desencanto profundo en las relaciones con los otros, y la pareja se les presenta como un refugio frente a los avatares de la vida.”
-          Marie-France Hirigoyen

“Las niñas ya no quieren ser princesas, y a los niños les da por perseguir el mar dentro de un vaso de ginebra, pongamos que hablo de Madrid.”
-          Joaquín Sabina

1

La decisión ya estaba tomada. No había vuelta atrás. Lo sorprendente del asunto era que Noelia, una chica que solía ser muy indecisa, se hubiera atrevido a dar aquel paso sin pensárselo mucho. Sabía que aquello le cambiaría la vida a partir de ese momento. Y estaba convencida de que sería un cambio para mejor. Mientras tecleaba de manera frenética, rellenando el cuestionario, lo tenía claro. Su emoción no podía ser controlada. ¡Iba a adoptar un perrito! Sí, vale, quizás no fuese el evento de su vida, pero para Noelia, cada mínima cosa que sucedía a su alrededor la experimentaba con una intensidad inusitada.
Una de sus amigas, Mei Ling, le había pasado el contacto de la protectora APA El arca, situada en Pozuelo de Alarcón, cuando Noelia le había comentado la posibilidad de tener una mascota que le hiciese compañía en casa para no sentirse tan sola.
Un voluntario de la protectora concertó una cita con la chica para el sábado próximo al mediodía. Quería hablar sobre el tema y que ella viera al pequeño yorkshire que escogió adoptar.
Noelia no podía imaginarse ni de lejos hasta qué punto iba a cambiar su vida a partir de aquella decisión.


2

El sábado 13 de abril, la mañana era clara y soleada, aunque sería un día fresco, con una temperatura media de unos 15ºC y una moderada brisa.
Noelia se levantó, tomó su medicación y se dio una ducha como cada mañana. Recogió todas las almohadas y peluches y los colocó sobre la cama recién hecha. ¡Aquella mañana estaba tan emocionada! Estaba tan pletórica que por un momento volvió a sentirse niña de nuevo… entonces regresaron las pesadillas. Trató de apartar esos pensamientos de su mente para que no nublaran su soleado día primaveral.
A pesar de que la casa continuaba patas arriba, pensó que ya la recogería por la tarde. Puso a calentar unas tostadas y fregó los platos de la noche anterior. Desayunó las tostadas con mermelada, un zumo y luego un café para despejarse, que tomaría en la cocina.
Estando allí notó algo moverse en la ventana de enfrente que se distinguía a través del patio interior. Miró y vio caminando, como buscando algo, a Asier, descamisado y mostrando sus pectorales. No era la primera vez que miraba a escondidas, como una voyeur, a aquel hombre de treinta y seis años. Se imaginó con él interpretando alguna de las escenas de Cincuenta sombras de Grey, aunque no de manera tan heavy, pero sí en los roles de amo y sumisa. Sandra, su mejor amiga, no podía con esa trilogía. Cuando Noelia, tiempo atrás, le expresó su interés por conocer a un chico como el de la novela, su amiga le reprendió. Para Sandra, Grey representaba el acoso disfrazado de historia romántica. Lo que le daba miedo era que había chicas, como Noelia, que soñaban con un Grey en sus vidas sin llegar a ser conscientes de lo que podría suponer eso.
Noelia no pudo evitar morderse el labio inferior mientras fantaseaba.
“Lástima que sea gay”, pensó.
Le observó por unos momentos. Le hubiera encantado amanecer con un hombre así al lado. No podía quejarse de las vistas, no. Asier alzó la vista y le pilló mirándole con deseo. Él se limitó a sonreír y a alzar la mano, ella sonrió también y alzó la cabeza a modo de saludo. En el fondo se sintió turbada, avergonzada. ¿Qué pensaría de ella? Le iba a tomar por pervertida o algo así. Se apartó de la ventana para tomarse el café.
Luego se lavó los dientes y se dispuso a prepararse para ir a El Arca. Había apuntado la dirección de la protectora en un papelito que se guardó en el bolso. Momentos antes de salir de casa, dudó por un momento y decidió agregar a su indumentaria una rebeca gris para abrigarse y se recogió el pelo en una coleta.
Fue al garaje a por su viejo Renault Clio (que quedaba en la parte trasera del edificio donde vivía) y puso rumbo a Pozuelo. A pesar de llevar anotada la dirección, puso el GPS en el coche para evitar errores. Lo dejó preparado aunque sin funcionar por el momento.
Encendió la radio. La vida sin música no era nada.
Mientras conducía, Noelia iba canturreando en ocasiones y tarareando en otras, la canción que sonara en la emisora mientras tamborileaba con sus dedos sobre el volante.
Ya había dejado atrás la capital.
Ese día, su compañera la sustituiría en la piscina en la que trabajaba y al día siguiente Noe doblaría el turno. Se lo podría haber cambiado perfectamente, ya que Noelia estaba en el turno de mañana y Lara en el de tarde, o incluso haber quedado en la protectora por la tarde, cuando hubiera salido de trabajar, pero así de complicada era Noelia.
A través de sus gafas de sol contempló el paisaje. Flores diminutas, amarillas y violetas, salpicaban el campo de un verde esmeralda a ambos lados de la carretera. El cielo azul claro y los árboles de un verde intenso resplandeciendo bajo los rayos del sol en aquella mañana primaveral daban una sensación de pureza y felicidad: tal y como se sentía Noelia, feliz. El color azul le daba tranquilidad y el verde le inspiraba esperanza. Con el fresco aire entrando por la ventanilla parcialmente bajada acariciando su rostro, un aire más puro que el de la capital, se sentía segura y sonrió en el coche.
No fue hasta que llegó a Pozuelo cuando encendió el GPS.


3

Toda la protectora estaba vallada y estacionó el coche en los aparcamientos exteriores. Antes de entrar, echó un vistazo al lugar. Inspiró con fuerza el aire fresco y puro. Sonrió.
Tras cerrar el vehículo, se colgó el bolso a un lado y comenzó a caminar hacia la entrada. Abrió la puerta de la valla y se dirigió hacia el edificio principal.
El suelo era árido en gran parte, y la tierra seca  levantaba polvo en el camino al andar. Hacía cinco días que no había llovido, y habían sido sólo cuatro gotas. La última lluvia más o menos intensa había sido el primero de abril.
—¡Hola!
La voz le llegó desde su izquierda. Noelia se giró y vio a una mujer joven que se aproximaba a ella. Al acercarse más vio su rostro redondo y pecoso, de unos treinta años, era una de las voluntarias, con su camiseta azul marino y el logo impreso.
—¿Qué tal? —volvió a insistir la mujer según se acercaba, sonriendo con amabilidad—. ¿En qué puedo ayudarte?
—¡Oh! Hola, buenos días. Vengo por la adopción de un perrito, me ha citado… —vaciló un poco— Me ha dicho que preguntara por Carman.
La mujer estalló en carcajadas, cosa que desconcertó a Noelia y se mordisqueó la uña del dedo índice, cosa que hacía cada vez que se ponía nerviosa.
—¡No puedo creer que te haya dicho eso! Es el mote que le tenemos puesto ¡Qué chico! Aquí todos nos tenemos apodos. Ven, por aquí —comenzó a andar hacia la parte de atrás del edificio, donde estaban dos voluntarios más con un perro junto a los caniles, haciéndole una seña a Noelia para que la siguiera—. Por cierto, yo soy Belén.
—Noelia, encantada.
Caminando hacia la parte trasera, daba la sombra y junto a la brisa, hizo que Noelia se acurrucara bajo la rebeca con sus brazos cruzados sobre el pecho, volviendo a echar el bolso hacia atrás desde el costado. Ambas iban hablando de temas sin importancia y Belén confundió a Noelia con una amiga de Carman, pero estaba equivocada.
Habían llegado a la esquina posterior del edificio cuando unos gritos y unos ladridos les sobresaltaron. Por lo que Noe pudo ver, a unos cincuenta metros, los dos voluntarios estaban intentando controlar al husky con el que habían estado. Un hombre y una mujer. Sabía que eran voluntarios por sus camisetas azul marino. Belén se disculpó con Noelia y corrió hacia ellos, dejándola en la esquina. No tardó en llegar hasta allí y ayudó a la mujer a sujetarlo para que no se escapara. La mujer sostenía la correa y tiraba con fuerza para no perderlo y el hombre, más joven que ella (quizás de la edad de Belén), se aproximó corriendo hasta ponerse enfrente del animal. Pareció forcejear un poco con el perro y en seguida éste comenzó a tranquilizarse.
Noelia no pudo ver con claridad qué le había hecho, pero estaba claro que había funcionado, puesto que el can se había calmado. La mujer por fin pudo llevarse el animal dentro de un barracón (del cual se había asomado alguien en bata blanca por el jaleo) y Belén y el hombre se quedaron hablando por unos momentos. Belén le señaló hacia Noelia y unos segundos después ambos se separaron. Belén entró al barracón donde había pasado la otra mujer momentos antes a la par que el hombre comenzó a caminar hacia Noe secándose el sudor de la frente con el antebrazo.
A medida que se aproximaba a ella, se dio cuenta de que no podría tener más de treinta años; es más, ni tan siquiera se acercaba a esa edad. Parecía joven. Quizás como ella misma. Y se dio cuenta de otra cosa: lo atractivo que era. Esbelto, rubio, de rostro cuadrado y firme pero amable, musculoso, con barba de unos pocos días… y cuando se paró frente a ella y se quitó las gafas de sol para dejarlas colgando del cuello de la camiseta, vio sus ojos, esos ojos color celeste con una diminuta pupila en su interior. Unos ojos como los que debía tener aquel husky. Eran los más sexys que jamás hubiera visto. Noelia apenas podía pensar con claridad. El hombre esbozó media sonrisa que rompía la perfecta simetría de su rostro y dijo:
—Buenos días, ¿te ha dicho Belén mi nombre?
Noelia tragó saliva y, titubeante, logró decir con un hilillo de voz:
—No.
—Antonio García. Puedes llamarme Toni.
Le dio dos besos.
—Encantada.
—Igualmente.
Ella se quedó paralizada. Se sentía tan pequeña, menuda y enclenque en comparación con esa mole de espaldas anchas y bien torneada. Podía intuirse que debajo de esa camiseta azul marino tenía unos pectorales firmes y bien definidos, totalmente deseables. Entornó los ojos cegada por la belleza del chico. El corazón de Noelia le iba a mil y, sin darse cuenta, una sonrisa se dibujó en sus labios.


4

Sandra tenía cada día más claro que los zapatos de tacón no eran un calzado apropiado para caminar sobre adoquines hundidos y aceras levantadas. Aunque para su suerte, ya había puesto pie en la acera plana y bien cuidada de la calle de Noelia, aunque estuviera en cuesta.
El calor sofocante del día no se apaciguaba ni con el sol ya oculto tras el horizonte pero con el cielo aún claro. Encima había sido un día duro para ella, toda la mañana tras el mostrador en la sección de perfumería de El Corte Inglés de la calle Preciados y por la tarde atendió al perrito de Noelia, salió de compras, dejó todo en casa y volvió a bajar. Y no, en ningún momento se había cambiado el calzado y tenía los pies destrozados.
Tan bien maquillada como siempre, desprendiendo a su paso una suave fragancia mezclada con el humo del cigarrillo que iba fumando, se dirigió hacia la esquina de la calle donde se encontraban dos hombres charlando en la acera frente al Bar Maravillas. Las miradas de los varones se dirigieron hacia la chica, que avanzaba como si caminara sobre una pasarela de moda, a paso firme y bien erguida, ondeando el vestido tras ella.
Sandra se paró en la puerta del bar, dio las últimas caladas a su cigarrillo, lo tiró al suelo y lo apagó pisándolo con fuerza. Al adelantar su brazo para tomar el pomo de la puerta, un sonido llamó su atención. Uno de los hombres le había silbado.
Ella se quedó quieta y le miró. Él esbozó una sonrisa según se relamía los labios.
—¡Tu puta madre, asqueroso! —le gritó Sandra.
Abrió y entró con calma según el hombre profería insultos de todo tipo.
Dentro del local, con la campanilla de la puerta tintineando de manera alborotada, suspiró, cansada. Allí se estaba fresco gracias a los ventiladores. No había demasiada clientela y el sonido de los vasos y los botellines resonaban con fuerza en medio del silencio.
—Siempre lo he dicho —dijo una voz que le fue reconocida—, tan guapa como bestia.
Sandra se giró a su derecha, de donde procedía la voz, y, de la esquina escondida de la barra, Dylan se acercaba a ella limpiándose los cristales de las gafas con la camisa. Estaban también Noelia y Kevin.
—Bestia no —se excusó Sandra—. No aguanto a esos cerdos.
—Al menos a ti te piropean —se aventuró a decir Noe—, a mí lo más bonito que me han dicho hoy es que mis piernas parecen dos alitas de pollo.
—¿Tú eres tonta? —dijo Sandra, clavando en ella una mirada de incredulidad y reproche.
—¿Qué he dicho?
Noelia no sabía porqué su amiga había reaccionado así, pero Kevin sí que lo intuyó.
—¡Haya calma, fermosuras! —intervino Dylan— Es de menester que os comunique que aquí mi buen y querido amigo, Lord Barbitas —hizo un ademán con la mano hacia Kevin—, me va a intentar enchufar en la empresa para la que trabaja. Ahora, si mis hermosas damas y mi valiente caballero me disculpan —hizo una reverencia—, me dispongo a ir al excusado a giñar.
Los chicos echaron a reír por el inesperado final.
Dylan se marchó entre las risas de sus amigos y Sandra, dirigiéndose a Kevin, dijo:
—¿En serio le vas a enchufar? Si éste no tiene idea de informática.
—Voy a intentarlo. Ya sé que no tiene mucha idea de ordenadores, pero igual en cualquier otro puesto… ¿quién sabe?
Los chicos se aproximaron a la mesa del fondo, donde solían sentarse siempre.
En cuanto tomaron asiento, se les acercó Adolfo, el dueño del local, que lo regentaba junto a su esposa.
—¿Ya estáis todos? ¿Os tomo nota?
—Cuatro cocas, Fito —dijo Noelia.
El hombre asintió y, según se alejaba, dijo:
—¡Marchando cuatro Coca-Colas!
Kevin hubiera preferido una Cherry Coke, pero allí no las tenían.
Los tres se sentaron y comenzaron a hablar. Noelia le preguntó a Sandra por Chip, el Yorkshire que había adoptado. Noelia le había hecho una copia de las llaves de su portal y de su vivienda para que Sandra lo atendiera cuando ella no pudiera. Enseguida llegó Dylan y se unió al trío.
Sandra se dio cuenta de que Noelia tenía un padrastro en uno de sus larguiruchos dedos. Sacó de su bolso un pequeño neceser y comenzó a curárselo. Dylan le pidió prestada la libreta y el boli que Sandra solía llevar siempre en el bolso y se puso a dibujar bajo la atenta mirada de Kevin mientras las chicas hablaban.
—Noe, tienes que dejar de comerte las uñas o acabarás manca.
—No puedo, me estreso mucho. Me es inevitable.
Sandra la miró con dureza y dijo:
—¿Tu madre y ese chico de la protectora?
Noelia asintió con energía.
La madre de Noelia, Maribel, había sido diagnosticada con cáncer de pulmón.
Toni, el chico de la protectora, cuando Noelia había ido a recoger a Chip, le había pedido quedar pero aún no lo habían hecho… ¡Y ya llevaban un mes así! Noelia le había contado a Sandra todo sobre él, por lo que era indudable que estaba colada por el chico.
Noelia y Toni habían hablado en numerosas ocasiones por WhatsApp, al principio Toni había hecho el seguimiento habitual del perro, y luego, de vez en cuando, Noelia le consultaba algo sobre el animal y acababan hablando sobre ellos mismos. Así, Noelia pudo saber que Toni tenía veintitrés años (como ella), sabía que no fumaba ni bebía (casi como ella), que su pasado había sido un poco tormentoso durante su infancia (como ella), sabía que vivía cerca del Courtyard Marriott, que trabajaba entre semana en una carnicería y que los fines de semana era voluntario en la protectora de animales, supo que su película favorita era Instinto básico, que tenía moto pero no coche, aunque sí el carnet, que le encantaba la Fórmula 1 y algunas cosillas más.
Noelia era el tipo de gente que solía fijarse mucho en lo que le unía a otras personas. Cuando alguien presentaba una similitud con ella, se emocionaba y le daba mucha más importancia a eso que les unía que a lo que les diferenciaba. Esa era la principal disparidad entre ella y la mayoría de las personas; Noelia buscaba sus puntos en común, mientras que la gente sólo se dedicaban a señalar con el dedo las desigualdades de los demás y crear tensiones y separatismos absurdos. Sin embargo, a pesar de esa magnífica cualidad, Noelia solía decir de los demás que “me odian por no ser como ellos y yo les quiero por no ser como yo”, menospreciándose de manera brutal a sí misma.
—Noe, cielo, ¿qué quieres que te diga? Lo de tu madre, nadie puede hacer nada por ella más que los médicos. Y lo de ese chico… bueno, si no te ha dicho de quedar, pídeselo tú.
—¿Yo? —dijo Noelia, abriendo mucho los ojos en gesto de sorpresa según acariciaba sus trenzas.
—¡Claro! Vamos a ver, ¿por qué tienen que ser siempre los tíos los que nos pidan salir a nosotras? A ti te gusta, ¿no?
—Sí.
—Pues adelante —se inclinó hacia su amiga—. No esperes.
—No sé, es que este chico es tan…
—¿Tan qué?
Noelia sonrió y se encogió de hombros.
—Me siento rara con él, me siento mal.
—¿Por qué?
—No tengo ni idea.
—Noe, ¿no será porque aún no asimilas que hayas encontrado a una potencial pareja?
—No sé.
—A ti siempre te han salido mal las relaciones, quizás sólo sea miedo. Además, a él ya le conoces más, no es lo mismo que cuando lo haces con cualquiera con el que te encuentres en un garito… Te pueden pegar algo, o violarte o agredirte… que hay mucho pervertido suelto, Noe.
Noelia negó con la cabeza, sonriendo y poniendo los ojos en blanco. Suspiró y dijo:
—Es que con este chico… —resopló— Es como vivir mi propia novela romántica, es de película —Noe mostraba un brillo especial en los ojos—. Lo tiene todo, joven, guapo, adinerado, culto, con sentido del humor, atento y cariñoso, amante de los animales, tiene apariencia de chico duro pero es sensible en el fondo… ¡Es como una película romántica! Para que luego digan que la perfección no existe.
Entonces Sandra tuvo un mal presentimiento.
—La vida real no es así, Noe —dijo Sandra.
Tuvo la sospecha de que algo raro pasaba allí. Sentía, aunque no tenía pruebas fehacientes para ello, que Toni no estaba más que interpretando a un personaje para conquistar y atar a su amiga. Aun así guardó silencio. Ver, oír y callar.
—Lo tuyo no es una historia de película —dijo de nuevo Sandra—, en esas películas la chica suele ser virginal y tu ya te has tirado a medio barrio.
Ambas echaron a reír.
—¿Es Noe? —preguntó Kevin a Dylan, cosa que hizo que las chicas desviaran las miradas hacia ellos.
Kevin mantenía la mirada fija en la libreta de Sandra en la cual Dylan estaba haciendo un dibujo.
—No —dijo Dylan—, el asaltacunas.
El asaltacunas era Adolfo. Dylan siempre le llamaba así cuando estaban solos en el grupo por la buena relación que tenía con Noelia. El chico suponía que debía estar enamorado de ella.
—Qué majo Kevin —susurró Noelia a Sandra—, se fija en mí.
Tiempo atrás le había dado el coñazo con Kevin, ya que también intentó enrollarse con él, sin conseguirlo.
El dibujo presentaba el rostro de perfil, con nariz prominente, al igual que la barbilla sobre el cuello de cisne, todo ello enmarcado en un rostro alargado. En cuanto Dylan hubo terminado de dibujar el pelo y las arrugas, se dieron cuenta de que era él. Las chicas miraron el dibujo y dieron su aprobación con una sonrisa y un gesto de asentimiento con la cabeza.
Adolfo regresó con el pedido mientras los chicos hablaban.
—Perdonad, perdonad la tardanza.
—No te preocupes —dijo Sandra—. Mejor tarde que nunca.
Les trajo también unos pinchos de tortilla, cosa que a Kevin le alegró mucho:
—¡Saboreadla bien, chicos! Las quitaremos a partir del mes próximo.
Kevin dio un respingo en la silla y miró al hombre:
—¿Y eso?
—Recortes presupuestarios. Habrá que sustituirlas por algo más barato o no sé qué haremos.
—Es una lástima, porque las cosas como son, la tortilla de aquí está buenísima —dijo Kevin devorando el primer bocado—. Te lo digo en serio.
—Me alegra oír eso. Seguiremos teniéndola en el menú, pero la quitaremos para las tapas.
—Bueno, al menos podré seguir viniendo a comer tortilla.
El hombre rio y se colocó la bandeja bajo el brazo antes de marcharse de nuevo.
—Donde esté un buen bocata de calamares que se quite la tortilla —dijo Dylan.
—Y luego no me haces caso cuando te digo que eres más castizo que el chotis —apuntó Kevin—. En serio, no sé qué le ponen aquí pero está buenísima.
—Tío —dijo Noelia—, es casera. Normal que te sepa mucho mejor que la prefabricada que compras tú.
—¿Y qué quieres? Yo haría un estropicio si me pongo a hacerla, tengo que comprarla ya hecha.
—Éste verano tú y yo vamos a tener jaleo —intervino Dylan.
—¿Qué?
—Que te voy a dar unas clases particulares de cocina.
Kevin se encogió de hombros y dijo:
—Por mí bien.
Y se comió el último trozo de su tortilla cuando Dylan volvió a retomar la libreta.
Noelia se volvió hacia Sandra y dijo:
—¿En serio tú crees que debo pedírselo?
Sandra asintió.
El teléfono de Kevin sonó y el chico se disculpó para atender la llamada y se retiró un poco del grupo, hacia el fondo, dirigiéndose cerca de la puerta de los lavabos. Los chicos escuchaban la conversación. Kevin decía:
—Sí… No te preocupes, es multiplataforma, se puede ejecutar en cualquier sistema sin necesidad de modificar nada… Windows, Unix, Mac… Exacto, sí…
Sandra, escuchando la conversación, dijo:
—Os juro que me fascina cuando habla así.
Noe rio y dijo:
—Para empezar, ¿te fascina cuando no entiendes lo que dice?
—Este chico es un misterio —dijo Sandra, sin hacer caso del comentario de su amiga—. Habla tan…
Dylan intervino:
—Cada uno sabe de lo que sabe, aunque para los demás nos suene a chino todo.
—¡Touché! —añadió Noelia. Se giró hacia su amiga y dijo— ¿Te pone oírle hablar de tecnología? Windows, USB, Microsoft…
Rieron.
Dylan tan sólo se encogió de hombros y dijo:
—Él es así, pero es buena gente. Es inofensivo.
Las chicas echaron a reír.
—No, si eso ya lo sé.
—Sandra, le conoces desde hace tres años, no sé de qué te extrañas a estas alturas.
—Dos y medio.
—Bueno, dos y medio, tres, ¿qué más da? ¡No me seas Kevin!
Aquella tarde en el Maravillas recordaron algunas anécdotas. Riendo de nuevo con cada recuerdo compartido entre la piña de amigos. Ese solía ser el día a día del grupo: quedaban para tomar algo y bromeaban, se divertían y reían. Solían decir parida tras parida, como cuando Kevin comentó que se iba a depilar ese verano.
—Se nos está volviendo un metrosexual —dijo Dylan y miró a Kevin—. Ahora sólo falta que te afeites.
—Pero es que llevo tanto tiempo con la barba que no sé qué me podré encontrar tras ella si me afeito.
Echaron a reír. Dylan preguntó:
—¿Te imaginas que detrás de tanto pelo tienes una cara?
—¡Mmm! Interesante —dijo Kevin entornando los ojos.
Sandra le acarició la barba de la barbilla y dijo:
—Te queda bien así. Aunque pinchas un poquito.
—Mary Sue —dijo Dylan—, no le acaricies mucho que creo que usa su barba como recoge babas para cuando duerme.
La chica apartó la mano con un grito:
—¡Joder, tío! ¡No seas asqueroso!
Echaron a reír y Kevin dijo:
—No seas asqueroso pero bien rápido que has quitado la mano…
Ese tipo de conversaciones estúpidas eran típicas entre ellos cada vez que estaban juntos. Por separado se comportaban como personas adultas, pero cada vez que se juntaban, toda la madurez se iba al garete.
—Creo que nunca pasamos de la adolescencia mentalmente, y eso siendo optimistas.
—Llevas toda la razón, Kevin querido —dijo Dylan.
—Pero bueno, luego veo a celebridades mucho mayores que nosotros haciendo el tonto y haciendo chascarrillos en los medios y se me pasa. Pienso, “bueno, no somos tan inmaduros al fin y al cabo”.
—Pero Kev…
—¡Que no me llames así!
—Sí, bueno, a lo que iba. Ellos son famosos y les ríen las gracias. Haces o dices lo mismo que ellos tú y te toman por retrasado mental por ser un Don Nadie.
—Y he ahí la hipocresía humana.
Recordando cosas, Noelia contó cómo lloró cuando se le murió el Tamagochi, Kevin también lloró cuando se lo dijo (pero de la risa).
Dylan comentó:
—Yo era de los que no rebobinaba las películas cuando las devolvía al videoclub.
—Pero, tío —intervino Kevin—, si tú alquilabas DVD’s.
—¿Y?
A Sandra, lejos de divertirla sus bromas, la apenaban. La entristecían porque de algún modo sabía que Dylan no era realmente feliz y había algo que enturbiaba su vida. Si bien es cierto que Dylan bromeaba, en sus oscuros ojos se atisbaba una oscuridad aún mayor. Mirarle a los ojos suponía mirar al vacío. Su mirada estaba despojada de la alegría que aparentaba con sus palabras.


5

Al llegar a casa, Noelia fue a mimar a Chip que corrió a su encuentro. Se dirigió al balcón del salón y lo abrió de par en par. Se asomó, apoyando los codos sobre la barandilla y contempló el barrio. Casi era de noche por completo, una franja azulada se veía en el horizonte al oeste, y por todos los edificios resplandecían miles de luces, farolas, ventanas y neones. Ella siempre había dicho que Malasaña tenía un encanto especial. Era un barrio tan colorido, tan lleno de vida, con tan buen ambiente y al mismo tiempo tan acogedor, con vecinos que son como una gran familia…
La fragancia de sus geranios en el balcón la embriagaba y sonrió aspirando el aroma. Los sonidos típicos de una ciudad, el ajetreo, voces, cláxones, llegaban hasta sus oídos distantes y tenues. Se abrazó a sí misma. ¿Sería posible dejar atrás el pasado y todos sus malos recuerdos? ¿Sería realmente posible cambiar a una vida mejor y más alegre?
La brisa ondeó sus cabellos rubios sobre su cabeza, como si flotaran en torno a ella, como un ángel. Se notaba el fresco, incluso al cruzarse de brazos, los sentía fríos. Al menos, abrazada a sí misma, se daba algo de calor. No supo cuánto tiempo había estado así, disfrutando del momento, del frescor, del olor de los geranios, del lejano olor a parrillada también, pero cuando decidió volver a entrar ya había caído por completo la noche.
Envalentonada e ilusionada, Noelia, esa noche en su cama, decidió probar suerte y le mandó un WhatsApp a Toni:
—¡Hola! ¿Te apetece quedar un día?
La respuesta no tardó mucho en llegar:
—¡Sería genial! Pero ahora no puedo, ya te avisaré, ¿ok?
Aquello fue un soplo de aire gélido que apagó de golpe la llama de la esperanza que Sandra había encendido. Noelia se sintió decepcionada, aunque no sabía muy bien porqué, ya que ella había desechado la idea de que eso fuese a pasar. Pero fue Sandra la que le había incitado para que lo hiciera.
—Ok.
No, estaba claro que a él no le interesaba demasiado ella, por lo que decidió pasar página y seguir con su vida. Si el día de mañana le interesaba quedar y ella estaba disponible, pues bien, pero al menos no se iba a comer la cabeza con ello mientras tanto, persiguiendo un sueño inalcanzable.
A Noelia le afectaban mucho las cosas, por estúpidas que parezcan… y arrancó a llorar en la soledad de su apartamento.


6

Junio llegó con varios amantes habiendo pasado por su lecho sin que ninguno cuajara. Incluso uno de sus amigos. Noelia no era capaz de mantener una relación estable por más que lo intentara. No desde Claudio, hacía ya un año…

Por la mañana del sábado día 8, todos quedaron temprano. Habían ido a hacer algunas compras por la calle Fuencarral, cosa que a Dylan no le parecía muy buena idea para un sábado por la mañana. Tenían que estar zigzagueando entre las riadas de gente que caminaba por la calle, disolviendo y reagrupando al grupo. El sol brillaba en el cielo y el barullo de gente creaba un ambiente muy animado. Gente iba y venía por las calles, en sus camisetas de manga corta (o sin mangas), caminando o en bicicleta.
Ésta vez también estaba con ellos Mei Ling. La chica no solía estar mucho tiempo con los cuatro ya que, entre la carrera de empresariales y el trabajo en el restaurante de sus padres, apenas le quedaba tiempo para nada.
Noelia llevaba a Chip corriendo delante de ella a poca distancia atado a la correa. Estaba junto a él siempre que le era posible. Acabó por tomar a Chip en brazos cuando un ciclista casi se lo lleva por delante. Le dio miedo dejarle en el suelo. Noelia le había pedido a Lara que doblara ese día.
Sandra, Mei Ling y Kevin habían entrado en una tienda de ropa mientras que Noelia y Dylan esperaban fuera. Noe no podía pasar a ninguna tienda teniendo a Chip con ella. Y no se separaba de él en la medida de lo posible. Se habían apartado hacia la pared del local para permitir el paso de la gente.
Noelia y Dylan se habían mostrado unidos desde que el lunes ambos aparecieron por la tarde ante el grupo ojerosos y somnolientos, pero felices e hiperactivos. Sin embargo ahora parecían estar otra vez distantes. Noelia era consciente de que en cualquier momento se le podría escapar un “mi amor”, o un “te quiero”, o un “cielo”. Tenía que estar haciendo un esfuerzo consciente para mantener esas palabras atrás y no dejarlas salir. Sabía que ni era conveniente pronunciarlas ni debía hacerlo. Pero era demasiado impulsiva y estaba segura de que no tardaría mucho en que llegara el momento en que al final salieran. Eso le asustaba. Y quizás fue por eso por lo que la relación con Dylan cambió radicalmente en los últimos días, mostrándose ella también más distante, fría, indiferente, dura… Ese era su peculiar maquillaje, un maquillaje que ocultaba su miedo a derretirse. Pero Noelia, en el fondo, por más que le insistiera con su cariño, sabía que tampoco habría nada que hacer (como siempre). Ni Toni, ni Dylan, ni Claudio, ni Kevin, ni nadie de nadie. Incluso una vez lo había intentado con Samuel, el hijo de Adolfo y Carmen, pero enseguida la mujer le quitó las intenciones. Se sentía sola.
—¿Cómo está tu madre, Noe? —preguntó el chico, tan bajo como pudo ser audible entre el jaleo.
¿Por qué le preguntaba eso? ¿Se preocupaba por su madre? ¿Dylan sentía verdadera preocupación por el estado de salud de la persona más importante de su vida?
“Oish, que mono…” pensó y en seguida se odió a sí misma. Se enfadó consigo misma por volver a enternecerse e ilusionarse cuando él parecía mostrar interés por lo que a ella le preocupaba.
—Bien, bueno, estable, como siempre. Mañana me bajaré a Gran Vía a verla.
Noelia solía ir a visitar a su madre y su padrastro todos los fines de semana al piso de Maribel, y si no podía un fin de semana, sacaba hueco como fuese un día de lunes a viernes para bajar.
—Al menos está estable —Dylan estaba con la cabeza gacha y la voz débil, apoyado de costado sobre un cartel de la fachada en la que se veía a una joven ama de casa planchando.
—Sí.
—Espero que se reponga muy pronto, tía —se le notaba angustiado—. Ahora se puede, la quimioterapia y esas cosas pueden acabar con el cáncer e impedir la metástasis.
—Sí, pero casi está más tiempo en el hospital que en casa.
—Eso es lo de menos, Noe. De verdad —Noelia juraría que le vio los ojos acuosos tras los espesos vidrios de sus gafas—. Lo que importa es que salga adelante. Da igual que sea en casa o con continuas visitas al médico. Yo en esa situación daría lo que fuera por vivir más, aunque tenga que pasarme la vida conectado a una máquina.
—Pero eso también es una carga. No sólo para el paciente, si no para los familiares también.
—Sí, pero no sé —la voz de Dylan sonaba débil—. Yo daría lo que fuese por vivir. Tu madre puede lograrlo y estoy seguro que lo hará. Parece una mujer muy fuerte y positiva. Ya verás como sí.
Él la abrazó, con cuidado de no aplastar a Chip entre ellos. Noelia tuvo la sensación de que más que abrazarla para darla ánimos era para que ella se los diera a él. Pobrecillo. Ella ya estaba ablandándose de nuevo y… ¡No, tenía que ser fuerte!
—Tranquilo, yogurín, estaremos bien —dijo Noe antes de lanzar una mirada furtiva al interior de la tienda para ver si los veían y le dio un pico clandestino a Dylan.
¿Por qué coño había hecho eso? No debería, no debería haberlo hecho. Tonta, tonta, tonta, se dijo a sí misma. Se suponía que no debería mostrarse tan cariñosa con él, sino más bien todo lo contrario.
Entonces Dylan se retiró y se ajustó las gafas. Se le veía serio. No era un aspecto de enfado, si no de ser una persona que pasaba por duros momentos. Bueno, realmente, Dylan no parecía triste, sino pensativo, preocupado. Había algo en su cabeza que le hacía desconectar de la realidad, sumirse en sí mismo y ahí es cuando llegaba la tristeza. Se le veía con la mirada perdida, quieto y en silencio, momentos antes de vérsele cabizbajo. También, fijándose, bajo los rayos del sol, se dio cuenta de algo que le había comentado Sandra días atrás: estaba extremadamente pálido. Su rostro tenía un aspecto cenizo, lechoso, que poco tiene que ver con la morena piel de un ecuatoriano.
—¡Dylan! —gritó Sandra desde el interior del local.
Ambos miraron hacia adentro y vieron que la chica le hacía gestos para que se acercase. Él pasó y Noelia se apoyó en un árbol, frente a la puerta, a esperarles. Los miraba, a los cuatro, allí dentro.
Noelia sentía cierta envidia sana hacia Sandra por lo bien que se veía en cualquier ocasión. Tenía buen aspecto y siempre le quedaba bien todo. Comparaba sus manos, sus uñas… Las manos de Sandra, suaves, delicadas, bien tratadas y las largas uñas arregladas y cuidadas; mientras que las manos de Noelia estaban más ásperas, con manchitas por manipular productos químicos, las yemas arrugadas y las uñas cortas y mordisqueadas. Noelia se miraba sus dedos y veía los nudillos abultados, resaltados por la delgadez. Se miraba los tobillos y los veía con venas verdes y abultadas. Se asqueaba a sí misma. Noelia pensaba que Sandra era la más guapa del grupo, de los cinco, incluyendo a Mei Ling.
Dylan era tan… tan él. Tan peculiar.
Miró a Kevin mesándose la barba, con su cabeza sobresaliendo sobre el resto.
Mei Ling estaba abstraída en su móvil.
No pudo evitar sonreír al pensar qué haría ella sin esos granujillas. Los quería con locura. ¿Acaso merecía su amistad? Eran tan grandes para lo poca cosa que se sentía ella. Tan inútil, tan ignorante, tan… Sandra siempre la llamaba llorica porque siempre se emocionaba con todo con gran facilidad. Dylan estaba tan raro con ella que a veces pensaba que le hablaba por compromiso. Kevin le llegó a llamar puta por acostarse con un chico a las dos horas de conocerlo durante las fiestas del 2 de Mayo. Y Mei Ling… bueno. Mei Ling le había perdonado algo que, en palabras de la propia Noelia, era imperdonable. ¡Qué vergüenza sintió! Cada día que pasaba, más se sentía como una lacra para el grupo.
Entonces lo oyó, antes tan siquiera de darse cuenta de que lo estaba oyendo, sumida en sus pensamientos. Entre el jaleo, escuchó canturrear a alguien con voz queda y grave.
“I'm a fisherman and I come seeking more sardines rip rip rip ripping you like as sardines”.
Aquel chico cantarín pasó al lado de ella, mirando el móvil. Ambos chocaron y casi tira a Noelia al suelo.
Ella, al mirarle a la cara para pedir disculpas…
—¡Toni! —exclamó con una sonrisa.
El chico también esbozó una sonrisa. Su tez morena contrastaba con su pelo rubio dorado, que parecía más claro, sedoso y brillante que la última vez que le vio. El sol debía habérselo aclarado.
—¡Noelia! —se guardó el teléfono en el bolsillo de los vaqueros— Vaya casualidad, ¿cómo te va?
Toni la tomó de los hombros y la dio un par de besos que le fueron devueltos por Noelia.
—Bien… bien —aún estaba casi en shock por la sorpresa, reía de manera nerviosa—, he salido con unos amigos para dar una vuelta. Han entrado a la tienda y yo me he quedado aquí fuera con éste —levantó frente a ella a Chip— Y bueno, tú, cuéntame, ¿qué haces por aquí?
—Igual que tú, aunque yo he venido solo. ¿Qué tal anda el pequeñín? —preguntó mirando a Chip.
—Pues ya le ves, genial. Creo que me has dado un perro loco, no para quieto ni un momento. No sé de dónde saca tantas energías.
Noelia le meció, el animalito intentó lamerla y ella apartó la cara. Le dio un beso en la cabeza. Le sostuvo entre sus brazos y le acarició un poco. Toni también le acarició.
Noelia se fijó en esas manos estilizadas pero fuertes, con las venas marcadas que bajaban desde el antebrazo. Fuertes y delicadas al mismo tiempo, se las imaginó moldeando un jarrón en barro… o mejor aún, que ella era el barro.
—Y no sé… —rio nerviosa— ¿Qué hacías? ¿A dónde ibas?
—La verdad es que caminaba sin rumbo. Tan sólo paseaba.
Ella rio de nuevo antes de decir:
—Y… ¿Cómo que no has ido hoy a la protectora?
—He pensado tomarme el finde libre para hacer algunas compras y resolver algunos asuntos…
Lo poco que dijo no llegó a los oídos de Noelia, pues estaba demasiado enfrascada en sus pensamientos con la mirada perdida en Toni. Demasiado enfrascada en sus fantasías. Bla, bla, bla… y de todo eso sólo llegaba a sus oídos una voz carente de contenido pero armoniosamente suave y grave. Una voz proferida por un hombre de rasgos perfectos, entendido, amante de los animales y con sentido del humor. Un hombre fibrado, sano, locuaz, simpático, bien parecido, de labios perfectos, nariz recta y ojos claros como el día. Tenía una mirada azul y fresca como el mar. Estaba anonadada mirando embelesada aquellos labios rosados rodeados de una fina barba incipiente y rubia. ¡Y pensar que esos mismos labios le habían dado un par de besos momentos antes, acariciando sus mejillas!
Podía notar también el olor de su sudor atenuado por el desodorante y la colonia, algo que le parecía muy excitante. Le faltaba el aire y le sudaban las manos. ¡Ya le estaba dando otra vez el asma!
Ella sacudió la cabeza intentando apartar de su mente todas esas ideas y tratando de centrarse en la conversación.
—Noelia…
La chica salió de su trance.
—Dígame usted.
—¿Te gustaría que nos viéramos algún día de estos más tranquilamente? Tú y yo. Te dije de quedar y aún no lo hemos hecho.
La cara se le iluminó a Noelia. Oleadas de calor, de nervios, eternos segundos de intentar asimilar lo que le había propuesto…
—¡Sí, me encantaría! ¿Mañana mismo?
—¿Mañana?
—Bueno, o cuando tú puedas —pensó que se había mostrado demasiado desesperada y le dio corte—. Si tienes cosas que hacer…
—¡No, no, no, no! Sí, mañana me parece bien —el corazón le iba a explotar en el pecho a Noelia, ¡había aceptado para mañana! Quería gritar—. ¿Te viene bien si mañana a las diez estoy en tu portal?
Noelia dejó caer los hombros con cara triste.
—Por la mañana trabajo, si puede ser por la tarde me vendría mejor.
Por un momento temió que él se retractara en su decisión o que no pudiera quedar por la tarde, en ese caso, le pediría a Lara que doblara de nuevo o que le cambiara el turno. Cualquier cosa con tal de no perder aquella oportunidad.
—¿A las seis te viene bien?
¡Dios, sí, sí, sí!
—Por supuesto. Sería perfecto.
Toni esbozó media sonrisa y le guiñó el ojo.
—Me encantas, niña.
Noelia sintió el calor en las mejillas al ruborizarse. Con los brazos cruzados sosteniendo a Chip, agachó con timidez la cabeza, para esquivar su mirada, y se relamió los labios. Tenía la boca seca. Sin dejar de mirarle como una colegiala, sonriendo, se llevó el índice derecho a la boca y comenzó a mordisquearse la uña de nuevo. La brisa le tiró un mechón de pelo sobre la cara y ella se lo recogió tras la oreja rápidamente. Entonces se acordó del mal aspecto que debía tener y lo descuidada que parecería a ojos de Toni. Para nada elegante. Echó una rápida ojeada a su propio reflejo sobre las lentes oscuras de las gafas del chico que colgaban de su camiseta. ¡Dios, tenía un aspecto horrible en verdad!
—¡Joder! —dijo Noelia estallando en carcajadas— Pero no me mires así, que me intimidas.
—¿Por qué? Si no te hago nada.
—No sé —giró la cara, que debía estar roja como un tomate, hacia Chip.
—Anda, te dejo tranquila, Noelia. Mañana por la tarde voy a buscarte a tu portal. Diviértete.
—Sí, gracias. Tú también, Toni.
Ella le dio dos besos de despedida y observó con una gran sonrisa cómo él continuaba su marcha. Se sintió un poco tonta diciéndole que se divirtiera cuando Toni tan sólo iba a dar un paseo. Pero lo hecho, hecho está. Mantuvo en él esa mirada de enamorada, de ensoñación, sonriendo como una tonta y, con un romántico suspiro, bajó la vista hasta su culo que se movía apretado en los vaqueros según se alejaba.
Sandra, saliendo de la tienda a toda prisa, se acercó a ella y le tomó del brazo:
—¿Quién es ese guaperas? ¿Era Toni?
—¡Sí! —Noelia no podía contenerse la emoción—. Y hemos quedado por fin para mañana.
Las dos chicas se sonrieron mientras que Mei Ling y los chicos ni se enteraron.
Sandra intentó lanzar una mirada al chico, que ya estaba bastante lejos, medio oculto entre los viandantes.
—¡Joder, Noe! Qué buen ojo tienes, ¿eh?
Estallaron en carcajadas.


7

Habría que verla aquella noche jugando con Chip, arrodillada en el suelo y revolcándose por el mismo con el perrito corriendo alrededor de Noelia y ladrando. A veces se le subía al pecho y ella acariciaba esa bola de pelos haciéndole carantoñas. Meneando el rabo, intentaba lamer la cara de Noe mientras ella se ocultaba el rostro entre sus manos y acto seguido se lo comía a besos. Cuando ya estaba demasiado cansada de jugar con él, lo tomaba entre sus brazos, se sentaba, lo ponía en su regazo y le acariciaba contemplándole con una sonrisa.
Cuando se ponía a bañarle, ambos acababan empapados y llenos de espuma porque no dejaban de jugar incluso entonces. Con sus ojos negros y su nariz húmeda, Chip daba lametones al aire, entre el pelito de su hocico, como relamiéndose.
Eran increíbles las cosas que le llegaba a hacer sentir esa pequeña bolita de pelos hiperactiva. Lo quería con locura. Se lo pasaba como una niña jugando con él. No era capaz de comprender que pudiera existir gente que maltratase a los animales.
Aunque ella no era creyente, el año próximo le llevaría sin dudarlo a las fiestas de San Antón para que recibiera la bendición.

Esa noche a Noelia le costaría conciliar el sueño, emocionada de que el momento tan esperado por fin había llegado. Transcurrieron dos meses y por fin había llegado. Dio vueltas y vueltas en la cama. Siempre que tenía que madrugar era cuando menos podía dormir. Y con lo de Toni… al día siguiente le iba a ver, al día siguiente iba a quedar con él…
Se sentía tan feliz y acabó conciliando el sueño con una sonrisa en los labios y soñando con los angelitos.




#BluesDeMalasaña
#CuandoLosDestinosSeCruzan

domingo, 1 de julio de 2018

OTROS HABITANTES DE MALASAÑA



A continuación, algunos de los personajes secundarios de "Cuando los destinos se cruzan" y "Blues de Malasaña".



ADOLFO Y CARMEN

Matrimonio dueños del Bar Maravillas, situados en los bajos del edificio donde vive Noelia. Ambos, en especial Adolfo, tratan a la chica con exclusividad. Están pasando por problemas económicos (el bar está al borde de la quiebra) y Carmen insiste en que Adolfo le confiese su secreto a Noelia.


ALAN, MARÍA FERNANANDA Y DANIELA

Padre, madre y hermana de Dylan. Los tres ecuatorianos. Alan no parece ser demasiado influyente en el ámbito familiar, por lo que se ha resignado a tan sólo estar ahí. María Fernanda es una mujer con fuertes creencias católicas y practicante; es muy excitable y nerviosa. Daniela, la hermana mayor de Dylan, es la más cool de la familia. Lleva el pelo corto y teñido de azul verdoso con mechas, estudia criminología y es el motor de la familia además de ejercer como mediadora entre todos los miembros.


CONCHA (LA SEÑORA DE LA BOTELLA DE VINO)

Concha, o como la conocen los chicos, “La señora de la botella de vino”, es una mujer vagabunda que ronda por el barrio, creando el miedo entre los jóvenes, pero jamás dio motivos para ser temida. El apodo le viene porque siempre se le ve acompañada por una botella de vino, aunque llena de agua sana.


CLAUDIO

Ex novio de Noelia. Es veterinario y fue el “verdadero amor” de la chica hasta que él la dejó por otra. Desde entonces Noelia sintió cierto amor odio hacia él, ya que en parte sentía rabia y en parte seguía enganchada. Es un joven sincero, claro y decidido.


MARIBEL

Madre biológica de Noelia. Odontóloga de profesión, su carácter se veía perfectamente reflejado en su predilección por los colores blanco y negro. Amante de la lectura y luchadora hasta el fin, siempre protegiendo a su “cariñín” como ella llamaba a su hija. Después de intentar infinidad de veces quedarse embarazada sin conseguirlo con su pareja, Ángel, logra quedar en cinta. Le da la noticia en su noche de bodas. Sus padres fallecieron en un accidente de tráfico mientras ella estaba en estado y Noelia le sacó de la depresión al nacer. Maribel heredaría el chalet de la sierra de sus padres y luego se trasladaría a la Gran Vía junto a su segunda pareja, José Luis. A los cuarenta y cinco años es diagnosticada con cáncer de pulmón. Después de José Luis, Sandra es la persona en la que más confía para cuidar de su hija.


ÁNGEL

Primer marido de Maribel. También odontólogo. Hombre de carácter débil y excitable. Acabaría echándose a la bebida y a fumar, llevándole a comportarse de manera violenta con su esposa e hija hasta que Maribel se separó de él. Acabó arruinado.


PAULA, JORGE, PABLO Y JUAN

Amigos de Dylan y miembros, junto a él, del grupo de música que se dedican a tocar por puro placer. Después de hacer infinidad de covers, acabarían tocando temas propios gracias a Dylan, quien les pasaría unas letras que les encantó. La mayoría de ellos se mueven entre el rock y el punk.


LARA, LUCAS Y JULIO

Compañeros de trabajo de Noelia. Lara es socorrista como ella y Lucas el portero. Julio es el jefe de todos. Lara fue agredida por un chico y esto hace temer y ser más prudente a Noelia. Lucas, sin embargo, es despreocupado y buena persona, pero no demasiado espabilado. Julio ha sido muy benévolo con Noelia, pero se está cansando de sus continuas faltas al trabajo y su comportamiento reprochable.


ELIZABETH

Compañera de trabajo de Sandra, de origen irlandesa. Tiene una hermana psicóloga a la que Sandra enviaría a Mei Ling cuando le confiesa sus problemas.



#CuandoLosDestinosSeCruzan
#BluesDeMalasaña

jueves, 28 de junio de 2018

Personajes

Tanto “Cuando los destinos se cruzan” como “Blues de Malasaña” se basan en el mismo espacio y en el mismo tiempo. Son novelas paralelas en las que se cuentan diferentes partes de una misma historia. Espero incluso sacar más adelante una colección de relatos que profundizan mucho más en éstos personajes que abarcaran desde antepasados hasta más allá del final de estas dos novelas.
Las novelas, en su mayor parte, transcurren durante el año 2013 en el madrileño barrio de Maravillas, más conocido como Malasaña, en el Distrito Centro.

Collage de los protagonistas en la Plaza del Dos de Mayo

2013 fue un año polémico en torno al tema de la violencia machista y, según se reportó más tarde, el peor año de la crisis en España. Todo esto hace un caldo de cultivo para un buen “blues” madrileño. Si bien estas historias son ficción, están arraigadas en la vida real, son historias que pasan día a día en nuestro entorno y a nuestro alrededor.

Extracto de "Blues de Malasaña".


Además que voy mezclando sucesos reales acaecidos durante ese año con la trama ficticia.
Si escogí el barrio de Malasaña para ambientar la historia fue por el hecho de la gran diversidad que hay en él: desde lo más vintage a lo más mainstream, desde pijos hasta hippies, todo ello con un ambiente de barrio y buen rollo que me encanta. Tienes todo lo que puedas esperar encontrar en una zona bien delimitada y eso (además de gustarme a mí personalmente) da mucho juego para contar un relato.


A continuación haré un breve repaso por los personajes principales de estas dos novelas.


NOELIA GONZÁLEZ RUIZ


Veintitrés años. Su carácter afable y siempre dispuesto a ayudar le convierten en una amiga de fiar, siempre y cuando no se sienta amenazada, pues es su baja autoestima y el constante desprecio hacia sí misma la que le convierte en una chica inestable.
Nació el 20 de enero de 1990, siendo hija única, bajo los cuidados de Maribel y Ángel. Ángel, por su parte, comenzó a pegar a la niña (creándola una sensación de rechazo por parte de su progenitor) y a ser sobreprotegida de su marido por parte de su madre (provocando que la chica no madurara adecuadamente y convirtiéndose en una chica muy dependiente). Al final el matrimonio se divorció y Maribel se ajuntó con el abogado que llevó su demanda de divorcio, José Luis, quien fue un buen padre para Noelia.
Cuando Noelia llegó a la adolescencia, José Luis era el típico padre colega, mientras que su madre, Maribel, le dejó más rienda suelta a la chica para que hiciera su vida (haciendo creer a Noelia que le dejaba un poco de lado).
Durante la adolescencia, las burlas por parte de sus compañeros de instituto eran el pan de cada día, haciendo que la chica se sintiera cada vez más y más insegura. Hasta que apareció Sandra.
Sandra la defendió y la cuidó de las burlas y acoso por parte de sus compañeros, por lo que Noelia se apegó a Sandra. Ambas llegarían a ser muy amigas y dicha amistad se mantendría en el tiempo.
A pesar de su temor a las responsabilidades, su afán por ayudar la llevó a sacarse el título de socorrista.


En el 2010, Sandra le presentó a un chico que le gustaba, Dylan, y éste a su vez su mejor amigo, Kevin. Sandra comenzó a salir con Dylan y Noelia con Claudio, un joven canario al que conoció en una fiesta de Halloween. Al año, amabas volverían a estar solteras de nuevo.
Fue a partir de la ruptura con Claudio cuando Noelia entró en una espiral de autodestrucción constituida por continuas borracheras y por ligues continuos. Tanto es así, que llegó a enrollarse con el novio de otra chica, Mei Ling, provocando la ruptura de la pareja.

Extracto de "Cuando los destinos se cruzan".


En la primavera del 2013, Noelia decide adoptar un perro que le haga compañía y así no sufrir esa soledad que llevaba acarreando durante tanto tiempo. En la protectora conocería a Toni, un chico que le cambiaría la vida.


SANDRA CRUZ PINO


Veinticuatro años. Es una chica muy atractiva, tanto físicamente como por su personalidad, lo que le lleva a ser blanco de muchas envidias. El lado malo es su carácter, en ocasiones demasiado rudo y agresivo, aunque en el fondo tiene muy buen corazón, en especial para las personas a las que quiere.
Nació el 2 de diciembre de 1988. Al año siguiente, Miriam, su madre, daría a luz a su hermana, Aída. Enseguida se separaría de su marido al pillarle en una infidelidad, aunque mantuvo contacto con él por el bien de las niñas.
Algo que le marcó mucho a Sandra de pequeña fue el momento en que su hermana casi muere por su culpa cuando, al dejarla sin vigilancia, cayó a un lago helado. Eso la llevó a odiar el campo y el invierno.

Estatua de Julia en la C/ Pez. Extracto de "Blues de Malasaña".


Cuando en el curso académico del 2004/05 coincidió con Noelia en 3º de la ESO, se hicieron inseparables. Para Sandra, Noelia fue como una segunda hermana.
Gracias a una amiga, fue enchufada para trabajar en El Corte Inglés debido a su experiencia previa como vendedora y a su pasión por la moda y productos cosméticos.


En octubre del 2010 ella empezó a salir (curiosamente el mismo día en que conoció a Kevin) con Dylan, un chico de dieciséis años por entonces. Le tenía loca, pero se negó a mantener relaciones con él hasta que fuese mayor de edad.
Para entonces, Sandra notó un cambio en el chico y, poco a poco fue alejándose de ella hasta que acabaron por cortar en el 2012. Aun así mantuvieron una buena amistad. Sandra se apoyó mucho en Noelia y ella a su vez en Sandra, ya que la chica también había cortado con Claudio casi al mismo tiempo.

Extracto de "Cuando los destinos se cruzan".


El año 2013 resultaría un tanto estresante para Sandra ya que, por un lado, veía que Noelia se estaba descontrolando mucho y no tomaba cuidado de sí misma y, por otra parte, porque veía que a Dylan le sucedía algo grave de lo que se negaba a hablar.
Ella y Noelia viven entre la C/ Monserrat y C/ La Palma.


DYLAN CASTILLO GUERRERO


Diecinueve años. Es hiperactivo y usa gafas debido a una miopía que arrastra desde pequeño. Siempre está bromeando y diciendo tonterías. Le encanta la cocina y la música (tiene un grupo en el que toca la guitarra, aunque toquen sólo por afición y no den conciertos ni nada).


Nació el 28 de diciembre de 1993. Sus padres, Alan y María Fernanda, habían tenido en su país natal (Ecuador) a Daniela y se trasladaron a la capital madrileña cuando María Fernanda estaba embarazada de Dylan.
Los primeros años en la capital fueron duros para el matrimonio, pero poco a poco lograron cierta estabilidad.
Dylan nunca se había quedado quieto y, debido a que comía muchísimo, no parecía engordar lo más mínimo. Sus bromas, aunque sin intención de ser ofensivas, muchas veces llegaban a herir a ciertas personas, pero eso era porque las decía sin pensar, al natural, siendo completamente trasparente. En el fondo, Dylan nunca tuvo intención de dañar a nadie y siempre había sido defensor del buen rollo.

Exctracto de "Cuando los destinos se cruzan".


Dylan nunca había sido buen estudiante y tuvo que repetir muchas veces hasta poder adquirir el graduado de la ESO (cosa que logró a los dieciocho años). De inmediato se puso a buscar trabajo y, al no conseguirlo, se deprimía mucho.

Extracto de "Blues de Malasaña".


Está enfermo y eso tampoco ayudaba a su estado anímico…
Vive en la C/ Manuela Malasaña.

Noelia le lanza una miradita tierna a Dylan.


KEVIN VEGA CASTRO


Veinticinco años, es el mayor del grupo en todos los sentidos. Tanto su edad como sus casi dos metros de estatura y casi cien kilos de peso le convierten en el más grande con diferencia. Puede parecer un tanto arisco y borde al principio, pero luego, si se logra atravesar esa coraza, se ve que es un chaval con muy buen corazón y muy sensible.
Nació el 4 de marzo de 1988, siendo el benjamín de la familia Vega-Castro, en Vallecas. Sus padres sólo habían querido tener dos niños y tras conseguirlo (Aitor y Almudena) llegó Kevin, quien no fue deseado y así se lo hicieron saber durante toda su vida.

Extracto de "Cuando los destinos se cruzan".


Kevin rechazaba a su familia por su vulgaridad, su incultura y el abuso que parecían ejercer sobre el chico, al que sólo prodigaban atenciones cuando querían algo de él. Llegó incluso a presenciar violentas peleas dentro del ámbito familiar, a veces provocadas por él, a veces sufridas por él. Tanto es así que cuando cumplió la mayoría de edad sus padres le echaron literalmente de casa y tuvo que buscarse la vida.
Su hermana mayor, Almudena, le acogió en el piso que compartía con su actual pareja, Jaime. Ambos acordaron pagarle al chico los estudios de informática. Kevin no dejaría de pagarles siempre que pudo cada céntimo que la pareja invirtió en él de manera desinteresada.


Cuando salía con Noelia, Sandra y Dylan, Kevin solía tener cierto resquemos hacia Noe debido a que la consideraba una victimista, tal y como había sido su familia.
Es muy rígido y disciplinado, todo ello gracias a su propia educación; se ha rehecho a sí mismo.
En 2011, Kevin conoció a Mei Ling, una joven de origen chino de la que se enamoró perdidamente pero con la que fue reacio a emprender una relación al juzgar de su anterior noviazgo.
Vive en la C/ Monteleón.


MEI LING


Veintiún años. Parece mostrarse siempre fría y distante, con un halo misterioso, aunque amable si uno se gana su confianza. Pero por encima de todo, es terriblemente rencorosa.
Nació el 25 de febrero de 1992, y cuenta con dos hermanos. La familia se vino a España cuando ella era aún muy pequeña y estuvieron mudándose hasta que se establecieron en Madrid, donde abrieron con gran éxito un gran restaurante chino, el Olimpia.


Su hermetismo hace que el grupo de amigos no se sientan en plena confianza con ella, de hecho, les cae mejor su hermano mayor que ella misma. No llegan a saber gran cosa en verdad de ella.
Durante la Nochevieja del 2012 al 2013, ella estaba saliendo con un muchacho chino, Sahoran y cortó con él al día siguiente cuando esa misma noche le pilló con Noelia dándose el lote.

Extracto de "Blues de Malasaña".


En 2013 combina su tiempo entre el trabajo de camarera en el restaurante de sus padres y la carrera de empresariales, por lo que le deja muy poco tiempo para estar con los chicos. Suele ser blanco de bromas de Dylan, cosa que a ella le traía frita.
Tanto ella como Toni viven muy cerca del Courtyard Marriott Princesa.


TONI GARCÍA


Veinticuatro años. Es el típico chico de revista, guapo, esbelto, fuerte. Pero en su personalidad se atisba un toque narcisista que hace desconfiar desde el primer momento a Sandra.
Nació el 24 de junio de 1989 y fue hijo único. Sus padres, a pesar de trabajar para la ley, no fueron demasiado legales en su educación y pronto comenzaron a sentir preocupación por su hijo cuando éste dio muestras de una agresividad inusitada para un niño de su edad. Solía orinarse en la cama hasta bastante mayor, le gustaba torturar animales y era muy conflictivo en el colegio. A tal punto llegó su agresividad, que sus padres llegaron a cogerle miedo durante su adolescencia y madurez.
Se echó de lleno a los vicios y a los placeres materiales, ya sean el sexo, las drogas, el dinero y los lujos. Aunque nadie lo supo nunca (ya que la bisabuela del chico lo ocultó), estaba emparentado con el famoso criminal José María Jarabo Pérez Morris.


Extracto de "Blues de Malasaña".

Su extraordinaria belleza y los cuidados a su cuerpo le valieron para engatusar a muchas chicas, tal y como haría con Noelia cuando ella le conoció en la protectora de animales al ir a adoptar a Chip, un pequeño yorkshire. Noelia le apoda como "Ojos de Husky" debido al parecido que tiene sus ojos con los de estos canes y a que cuando le conoció estaba con un husky.

Extracto de "Cuando los destinos se cruzan".
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